domingo, 10 de abril de 2011

la Puente

[diagnostico+rotulismo+puerta+roja.jpg]
Maximiliano de la Puente es el único dramaturgo que conozco cuyo teatro no me hace doler el culo de aburrimiento. El único que entendió, diría que antes de nacer, que el humanismo siempre es Grazi (grasa y nazi). Que sólo las máquinas intensifican los afectos alegres (como B. Keaton). Y que la escena es altar o púlpito si no se deja al hombre en bambalinas y las bambalinas en los lamparones de las sábanas.
Subir al escenario es ponerse a la altura del hombre, es decir, cagar más alto que el culo. Esto me hizo odiar el teatro durante mucho tiempo: los noventa olían demasiado mierda para andar levantando vuelos por encima de la sepultura. Yo me tenía que esconder para salir a la calle y otros se hacían aplaudir... dos veces. Sus máquinas humoríficas, en cambio, se cubrían la jeta con un espejo, actuaban de espaldas y hablaban con las rodillas; entonces un día salí de mi capucha y le eché un aplauzo en la jeta: creo que se murió de vergüenza. Desde ese día siempre lo vi resucitado con la forma de un animal que no fue invitado al arca de Noé. Me dije: ¡santa capucha!, un contemporáneo: no sabe tratar a la gente, hablarle, dar la mano, mirar, tocar, en suma, no subestima, acecha.     

2 comentarios:

  1. Tal cual, se hacen aplaudir dos veces, a veces tres o cuatro, las que sea, no tienen vergüenza. Un día me van a agarran cruzado y va a haber una sangría.

    ResponderEliminar
  2. No Taliban, la violencia nunca es el camino. Por lo menos en las declaraciones públicas.

    ResponderEliminar

tienes derecho a permanecer callado